jueves, 20 de diciembre de 2007

Sin Salida




Siempre fuiste algo que no pude alcanzar. Me sentaba en mi sillón a contemplarte mientras te paseabas por todo el lugar y nunca me diste la mínima chance de tener algún tipo de contacto contigo. Será que no podía entenderlo, o que no cedías ni un poco. Luego me levantaba y salía de esa habitación un poco oscura y un poco iluminada. Me gustaron siempre los ambientes así para descansar, con alguna luz cálida y perdida, ese aire nocturno en el que me podía esconder. Igual siempre te tomabas el atrevimiento de estar presente incluso cuando no estaba para nadie. No sé que nos pasó, pero dejé de prestarte atención cuando me resigné a tu rechazo. Supongo que después de aquello habrás pensado que tendrías que llamar mi atención; todos lo hacen cuando ya no representan esa figura importante en el otro. Me buscabas todo el tiempo, te sentía por todos lados y tu presencia empezó a inquietarme.
Me venciste. Me obligaste a encerrarme en la eterna soledad. Pensé que sería el punto final a tu persecución, pero fue cuestión de momentos para darme cuenta que ahora eras lo único que me rodeaba en aquel lugar: tu oscuridad, tu dominación y tu imparable presencia en mí.

1 comentario:

Chebing dijo...

Eaaaa

Muy lindo texto. Me dejó un poco desconcertado, éste no lo entendí del todoo.

Pero seguro después me lo explicas y yo digo: "ahhhhh"

Igual me gustó mucho